18 julio 2008

MALDITO SEA EL CAPITALISMO Y LOS CANALLAS QUE LO APOYAN


Cumbre del G8. Foto: Wikipedia.org

Daniel Casal.


El capitalismo como sistema político y económico se encuentra asfixiado en su propio hedor, el sistema supura por los cuatro costados. Los pilares fundamentales del libre mercado: el hambre, la guerra, la miseria y la muerte, ya no suponen garantía suficiente para el modelo de beneficio capitalista, la entrada del sistema en una fase de agotamiento ha desatado con mayor violencia el grado de sufrimiento que imprime a los pueblos del mundo

Observemos un dato que ilustra a la perfección la base estructural del sistema, la desigualdad: en la reunión del G8 en Hokkaido a orillas del Lago Toya los nueve hombres mas poderosos del planeta, en los escasos tres días que duró el encuentro gastaron la fabulosa cifra de 560 millones de dólares. En el mismo periodo, el hambre y su inseparable compañera la muerte, se cobró en el mundo 600.000 vidas humanas, el equivalente aproximado a 200 torres gemelas.

Sin embargo, a pesar de la contundencia de las cifras y la atrocidad de los datos, es el capitalismo el que realmente muere. No será una muerte dulce, ni mucho menos rápida, los estertores al final de un ciclo histórico fundamentado en la barbarie y en la explotación traerán para los pueblos un escenario de dolor y de sufrimiento.

La humanidad está pariendo una nueva era y ese dolor habrá valido la pena si sienta las bases del progreso y fundamenta la construcción de la nueva sociedad.

Creo sinceramente que estamos ante la hora de los pueblos, pocas son ya las excusas y pocas también las discrepancias; cada día uno lee, escucha y ve, cómo más y más personas ya no encuentran dificultad en asumir que la humanidad debe avanzar sin pausa hacia el socialismo. Se trata de un clamor que va desde el fondo de las minas hasta las cátedras universitarias, desde la profundidad de las selvas, hasta la inmensidad de la sabana.

El Socialismo se presenta como la alternativa y la esperanza de la humanidad, no se trata tan sólo del cambio de un sistema político determinado: se trata del establecimiento de un orden social y mundial nuevo, fundamentado en una escala de valores distinta; la paz entre los pueblos, la libertad de los seres humanos, la cultura, la defensa intransigente de la igualdad… todo ello trasciende mas allá de un mero sistema político, es una nueva visión, una nueva moral, un nuevo compromiso, es la colectivización del humanismo socialista.

Los revolucionarios actuamos no pocas veces con excesiva prudencia, analizando los escenarios con tanta cautela que perdemos la frescura de la intervención, el exceso de prudencia nos atenaza, nos impide observar con base científica y capacidad dialéctica cómo se producen los cambios y cómo éstos intervienen en la contradicción fundamental.

Es frecuente que confundamos los tiempos y que aún con la mejor de las voluntades, no seamos capaces de percibir con claridad la agudización de las contradicciones y la transformación de los cambios cuantitativos en cualitativos, esto nos hace perder la perspectiva histórica y en consecuencia creamos escenarios sujetos a una severa distorsión.

No estamos ante una crisis cíclica del sistema capitalista, por muchos que los teóricos del capitalismo repitan esto como un mantra. Estamos ante la voladura del capitalismo.

Soy plenamente consciente del riesgo que se asume con esta aseveración, pero no es la crítica lo que me produce mayor preocupación, lo es el hecho de que algunos compañeros parecen esperar que el derrumbe del capitalismo sea publicado en algún boletín oficial o que lo den en las noticias la prensa del sistema. Se cae, y se cae en todos los órdenes.

¿A que situación nos enfrentamos?

En mi opinión, el capitalismo ya no tiene fuerza para vencer pero el socialismo aún no ha acumulado la necesaria energía para triunfar, se diría que estamos en una situación de tránsito; éste es desde mi punto de vista el escenario y en este escenario es nuestra obligación intervenir, las fuerzas del socialismo tenemos la obligación revolucionaria de acumular fuerzas cuanto antes, debemos reorganizarnos, es preciso tender puentes entre socialistas y construir poderosas organizaciones, debemos dotarnos de estrategias dirigidas a ganar aliados entre los segmentos de la población que no siendo socialistas ya no se identifican con el capitalismo.

Si aceptamos la idea de que el capital se derrumba, debemos prepararnos para la reconstrucción, la nueva era, el nuevo orden social, para ello es imprescindible que agrupemos en torno a las fuerzas del trabajo a la mayor parte de nuestras poblaciones. Debemos presentar ante nuestros pueblos, ya sin ambages, la llamada a conquistar el Estado de todo el pueblo en la vía de edificar la democracia popular y el Socialismo.

La salida del capitalismo y el tránsito hacia el socialismo implican un esfuerzo colectivo, implica golpear al capitalismo allí donde se encuentre más debilitado o en peores condiciones de ofrecer resistencia, en este periodo la coordinación internacional se hace imprescindible, la lucha por acorralar al capital adquiere hoy más que nunca una dimensión global y planetaria, en la militancia y en el pensamiento; necesitamos tener presente en cada momento el amplio escenario internacional, no perderlo de vista ni permitir que pequeñas bravuconadas de las burguesías locales distraigan la estrategia global.

Se están generando espacios de coordinación y militancia en todo el planeta y los revolucionarios debemos estar dispuestos para comprometernos con ellos, y es en esos espacios globales, pero también en los espacios locales, donde debemos enérgicamente proponer a la humanidad la ruta hacia la vida, hacia la mayor conquista organizativa alcanzada jamás por lo trabajadores, el Socialismo.

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