30 mayo 2008

La Otra Orilla

Italia recapacita


Cuando estos gobernantes han llegado a sus casas, la comida no estaba en la mesa, el césped no estaba cortado, nadie había llevado a los niños al cole, ni cuidado de los abuelos.


Juan Manuel Pardellas
Las Palmas de Gran Canaria
Quienes aplaudieron las xenófobas, racistas y antihumanitarias medidas propuestas por el gobierno Berlusconi contra los inmigrantes acaban de llegar a la conclusión de que eran un arma de doble filo. Ya no les interesa tanto echar a patadas, con formas más destempladas sólo superadas por los conflictos bélicos, a quienes creían haber encontrado en Italia un segundo hogar. Los ladridos de quienes apoyaban este proyecto (algunos de los cuales, quizás porque vienen de la misma lengua matriz, nos suenan muy comunes en dirigentes de estas islas) se han enmudecido en las últimas semanas. Resulta que cuando estos inteligentes gobernantes han llegado a sus casas, la comida no estaba en la mesa, las camas aún permanecían como al levantarse a primera hora, el césped no estaba cortado, nadie había llevado a los niños al cole, ni cuidado de los abuelos.


Por una extraña razón que nadie parece entender, las obras públicas han comenzado a paralizarse, los restaurantes permanecen cerrados, los taxis no circulan, los prostíbulos sólo conservan sus ajadas madames, el pan no sabe igual, las tiendas del barrio han dejado de vender, los bancos apenas tienen nuevos clientes, los locutorios no envían remesas. Sólo unas semanas después de querer meter en la cárcel a decenas de miles de inmigrantes, de querer expulsarlos de los que eran sus nuevos hogares, de insultarlos a ellos y a los que nos consideramos iguales, los sabios gobernantes italianos, sus esposas y maridos, sus abuelos e hijos han caído en la cuenta de que son tan imprescindibles para vivir como las imbecilidades que se les ocurren para amargarles la existencia a estos héroes que recorren miles de kilómetros simplemente para cometer el delito de intentar vivir mejor, de tratar de abandonar el club de la miseria para entrar en la reserva amurallada en que se ha convertido Europa. Ahora, si quieren que se vayan, lo dicen con la cabeza gacha y susurrando, para que no se les escuche.

Fuente: canarias7.es

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