25 enero 2008

A José de León Bonilla, el hombre bueno que me trajo un día.




De Pepe el uruguayo.

Te vas otra vez viejo/ Te has estado yendo de a poco/ A golpitos de recuerdos y dolor.

Tu primera ida fue de tu mente.

Te desmemoriaste viejo y nos desmemoriaste/ y nos importaban los recuerdos/ y los lloré.

Te internaste en los países del olvido/ pero fuimos juntos por un rato.

Te fuiste un poco más en aquel accidente/ y, por entonces, lloré tu ida un poco más, o la posibilidad de tu ida.

Y fuiste otro José, ocurrente aún, el loco aún/ con el caminar más lento y mirar curioso.

Y tu voz recorría la casa y los almuerzos, más te fuiste todavía/ con aquel montón de sangre en la cabeza…

Te lloré, también, entre las olas de aquella playa del norte: se fueron tu voz y tus palabras/ pero volviste otro poco a acompañarnos en el patio recién pintado/ entre plantitas que respiraban tus alientos…

Otro poco te fuiste más en los preludios de la Fiesta del Socorro – la primera vez que no ibas a tu pueblo -, y te ibas unos pasos más/ como llevado de la mano por el destino; te lloré entonces/ como para mojar tu ida/ hijo de la sed y los volcanes…

Se fueron despacito tus fuerzas/ que no perdiste nunca del todo/ como aferrado al mundo; casi te vas cuando yo me fui y en aquel México de vida y de pasiones/ desde otra forma de vivir la muerte estuve a punto de llorarte lejos.

Volví, y más te ibas/ pero, todavía, juntos andamos el tiempo; también a mi, me quedaban menos escalones/ y nuevos dolores por conocer…

Pero, entonces, parece que te vas/ al menos, tu cuerpo se va y se queda en ese sitio/ donde los cuerpos se quedan…

Entonces empezarás a venir y a ser presencia/ y el recuerdo se aparecerá siempre que viva mi memoria; y serás presente/ y te veré en las esquinas del barrio/ o en las cajones del ropero, y serás de cualquier tiempo y de cualquier pasado.

Serás aquél que me enseñó la televisión cuando no había/ desde tu cama mirando los dibujitos de la madera del ropero/ donde multitud de gente se agolpaba; serás quien me llevaba en bicicleta por las calles de Montevideo acurrucado entre tus piernas/ o saliendo, envuelto en una manta en la cabina del camión/ ¡que alta la cabina del camión!

Serás el chofer de CUTSA, y yo el pequeño cobrador tirando del cordón para anunciar paradas, serás el canario y conejero/ cuando me llevabas el club canario y me enseñabas la bolsita de plástico con arena del volcán adentro y me decías que ese era tu país/ cuando lloraste en la cubierta del barco mirando ese Teide inmenso/ con una folía a todo meter/ después de 17 años; cuando me enseñaste Lanzarote sin saberla/ y donde cagaba la pardela/ los fallos del camello/ y a tirar piedras como los pastores/ a silbar, aunque nunca aprendí…

Serás viaje y regreso / emigrante y trabajador, camionero y freganchín, hombre bueno siempre, tu oficio más duradero…;

Serás alegría y vida la que siempre levabas / entre bromas y abrazos serás el transportista de un furgón verde y amarillo/ que cargaba mercancías y amistades y que un día se tropezó conmigo encabezando una manifestación ilegal y justa y que supiste que esa vara verde, como me enseñaste maduró con la conciencia por delante, estando siempre con los nuestros, con los más pobres en dinero, con los más ricos en valores;
y es que me enseñaste a distinguir la ética como una forma irrenunciable de vivir y a practicar la solidaridad como costumbre…

Un día, el hijo del Conde de la Vega Grande, me dijo, como reproche, que no conocía a su padre, con que orgullo le dije que él tampoco tenía el gusto de conocerte a ti, ni falta que le hacía…

Viejo, seguiremos con la gente más buena / Seguiré con más fuerza esa enseñanza y me dedicaré, con más ganas a luchar por ese mundo que habita en tu corazón y en tu cabeza.

Esa, que en tu batalla particular contra el olvido me imaginó un día, y me hizo ser, en esa aventura linda con mi madre, para recordarte, y para acompañarla ahora, a esa mujer, a quién un día elegiste para tan largo amor.

Seguirás andando en mis adentros, seguirás estando en mis afueras…

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- José de León Hernández, conocido popularmente como “Pepe el uruguayo”, escribió este poema para despedir a su padre, José de León Bonilla, que partió en su ultimo viaje esta semana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

NO SERAS ,
SEGUIRA SIENDO
SOLO MUEREN
LOS QUE VAMOS OLVIDANDO .
NUESTRO PESAME A "PEPE"
EL MEJOR DE LOS EMBAJADORES DEL SENTIR Y FORMA DE SER DE LOS CRIOLLOS ORIENTALES ,A LA MEMORIA DE TU VIEJO Y QUE DESCANSE EN PAZ .
PITINGO CHICO // LANZAROTE