ANTONIO PIPPO
Hay cosas de una lógica pura.
El combustible debería aumentar. Así ha estado pasando --con alguna que otra baja de respiro-- cada vez que ha variado, mucho menos que ahora, el precio internacional de referencia.
Pero no sube.
Aguantarlo, mientras sea posible, integra la estrategia de Astori contra la inflación, ese virus maldito. Hay que llegar a fin de año con los deberes que el FMI le encargó, bien cumplidos.
A idéntica estrategia --para bajar precios coyunturalmente-- responden las embestidas contra sectores productivos supuestamente especuladores, el permanente toqueteo del IVA y la generosidad para dar subsidios diversos.
La pregunta es: ¿y después de fin de año?
Uruguay depende demasiado de circunstancias exteriores todavía favorables, como para no sentir que un aire helado recorre su espalda. ¿No bastaría una baja de los precios de los productos exportables, otro aumento del valor del crudo, una devaluación en Brasil o que ciertos fondos de inversión se volatilizaran --tal cual ocurrió cuando la debacle del Sudeste asiático, que provocó una crisis mundial-- para que la estabilidad nacional sufra una implosión?.
Se trata, claro, de un tema de confianza. No hay duda de que Astori es mucho más inteligente que la mayoría --si pienso en mí, pago 2.10 a quien juegue que llego a kilómetros de distancia intelectual- y está poniendo a riesgo su capacidad, su prestigio, la fe que tiene en su política y hasta sus posibilidades aún no admitidas de eventual candidato presidencial--.
¿Está todo bien, realmente? Confiemos. Tal vez Danilo nos haga un regalo de Reyes estimulante.
Lo que me paspa es recordar a cada rato un viejo chiste de economistas, por cuya irreverencia me adelanto a pedir disculpas.
En una convención, un investigador anuncia las ventajas de sustituir ratas de laboratorio por economistas: "Hay más economistas que ratas, los técnicos no se encariñan tanto con los economistas y, además, hay cosas que ninguna rata haría".
Fuente: redota.com
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