25 septiembre 2006

A 14 AÑOS DE SU DESAPARICIÓN FÍSICA, ESTE ES NUESTRO HUMILDE HOMENAJE.


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César Manrique y Lanzarote

César Manrique y Lanzarote, simbiosis perfecta, ofrece al resto del mundo la expresión del arte entre conos volcánicos, acercándonos a lo primario, a nuestros ancestros y enseñándonos a respetar la naturaleza.
César Manrique nació en Arrecife el 24 de Abril de 1919, en la calle Juan de Quesada número nueve, en el Charco de San Ginés. La familia estaba formada por sus padres, Gumersindo Manrique y Francisca Cabrera y por sus hermanos: Carlos, Juana y su hermana gemela Amparo. Entre el Charco de San Ginés y La Caleta de Famara transcurrió su infancia, desarrollando, gracias a su personalidad sensible, un estrecho vínculo con la naturaleza. La amistad con Pepín Ramírez, amigo desde la niñez, marcaría una nota importante en la historia de Lanzarote, ya que el destino uniría sus profesiones -político y pintor- para crear importantes empresas que marcarían el futuro de la isla.
En 1938, con motivo de La Guerra Civil Española, entra como voluntario en el cuerpo de artillería de Ceuta, hecho que le producirá en el futuro recuerdos muy tristes y dolorosos. Comenzó a estudiar Aparejadores en La Laguna, Tenerife, pero tras dos años abandona la carrera para irse a la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid, gracias a una beca concedida por la Capitanía General de Canarias.
En Madrid conoce a Pepi Gómez, con la que convivió dieciocho años, relación que se truncó por la muerte de Pepi en 1963. Coincidiendo con las corrientes surrealistas de los años 50, realiza las obras de los murales del Parador de Turismo de Arrecife -El Viento, La Pesca y La Vendimia- y del Aeropuerto de Guacimeta. Sin dejar de venir a Lanzarote, César Manrique expone y viaja por todo el mundo hasta que en 1965 decide instalarse en Nueva York. Expone en la Art Original Gallery de New Canaan en Connecticut y en la galería neoyorkina de Catherine Viviano, aquí realiza tres exposiciones. En estos años comparte la residencia entre Lanzarote y Nueva York, por lo que recibe influencias de las corrientes artísticas norteamericanas, desarrollando las técnicas de el collage y el assemblage.
En 1968 construye su casa en El Taro de Tahiche, estableciendo definitivamente su residencia en Lanzarote. Desde 1970 hasta 1976 realiza varios trabajos: los murales para el Arrecife Gran Hotel; comienza las obras de El Mirador del Río (1973); se abre El Almacén (1974), convertido más tarde, en 1989 en Centro Insular de la Cultura; en 1976 realiza las obras de: Costa Martíanez en Puerto de La Cruz, restaura el Castillo de San José conviertiéndolo en el Museo Internacional de Arte Contemporáneo y comienza los trabajos para el Jardín de Cactus.
En periodo que va desde 1976 hasta 1986, César Manrique va a desarrollar una gran actividad artística a la vez que recibirá reconocimiento a su labor tanto dentro como fuera de la isla: Las Banderas del Cosmos y la ambientación del Centro Astrofísico del Roque de Los Muchachos en La Palma; creará la piscina y jardines del Hotel Las Salinas en Lanzarote, el Centro Comercial La Vaguada en Madrid, en 1983; El Mirador de La Peña (El Hierro, 1989); El Mirador del Palmarejo (La Gomera, 1992); Medalla de Oro al Mérito Turístico; el Premio Mundial de Ecología y Turismo de Berlín; La Medalla de Oro de Bellas Artes por el Gobierno de Canarias; el Goslarer Mönchenhaus-Preises para el Arte y la Ecología concedido por la ciudad de Goslar y el Premio Fritz Schumacher por la Universidad de Hannover, Alemania; La Gran Cruz al Mérito Civil por el Rey Juan Carlos y el Netherlande Laureate Van D'Ábeod en Holanda.
En los siguientes años y hasta 1992 terminará las obras conocidas del Jardín de Cactus, el Auditorio de Los Jameos del Agua, trabajará en el Parque Marítimo del Mediterráneo en Ceuta y realizará el Pabellón de Canarias en la Expo'92 de Sevilla.
Murió el 25 de Septiembre de 1992 en un accidente de tráfico, a 50 m. de su Fundación, La Fundación César Manrique.
César Manrique fue un gran artista que supo conjugar la conservación de la naturaleza con los recursos que ofrece la modernidad. Gracias a su sensibilidad, autenticidad, imaginación y fuerza en el carácter ha creado obras que permanecerán entre nosotros aunque ya no contemos con su presencia.
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